23 de julio de 2007

INTRODUCCIÓN DE "LUZ DE ESTELLA"

Introducción

El origen de este libro, que supone una visión global de la espiritualidad de nuestro planeta, es la celebración del Foro Espiritual Estella 2006, que tuvo lugar en la ciudad navarra de Estella-Lizarra, del 23 al 29 de junio de 2006.
Como colaborador de este evento, en el gabinete de prensa del mismo, tuve la oportunidad de vivir plenamente la infinidad de actividades organizadas, lo que supuso todo un desafío, no sólo a nivel profesional, para recoger la mayor información posible, sino humano, tratando de asimilar en cada momento el complejo proceso físico, mental y espiritual que se iba produciendo, y que como me sucedió a mí, influyó de una u otra forma en cada una de las personas que asistieron al Foro.
Esta obra es por encima de todo un relato sincero, periodístico y de vivencia personal al mismo tiempo, descarnadamente humano, con el que he tratado de mostrar algunas de las incontables facetas de ese gigantesco poliedro que fue el Foro Espiritual. No sólo es una crónica periodística que abarca toda clase de conferencias, tertulias, mesas redondas, espectáculos y labores creativas, sino la narración de los sucesos que provocaron una transformación espiritual en mi persona y que influyeron poderosamente no sólo en mi concepción de la espiritualidad y del servicio a la humanidad, sino en el desarrollo de distintos proyectos en el futuro.
El más importante o inmediato de todos, sin duda, ha sido responder al compromiso que en silencio asumí con los que sin titubeos ni pudor alguno llamo seres de luz, la infinidad de seres de otros planos o dimensiones que estuvieron con nosotros en aquellos días, los auténticos gestores de ese encuentro a gran escala que no sólo ha de ser valorado por su gran apuesta a favor del diálogo interreligioso, sino como auténtico impulso espiritual para cada uno de los allí presentes.
A mi experiencia personal se une el testimonio de muchas personas que me han confesado que siempre habrá un antes y un después de Estella. Del milagro de este acontecimiento, de su propia elaboración, en su complejidad y en sus frutos, fui testigo desde el primer momento, y este libro tiene como principal misión, que siempre consideré sagrada, convertirse en parte de ese legado espiritual para las generaciones futuras, para que quede memoria de lo que allí sucedió.
Como las piedras del altar, que una vez terminado el Foro fueron arrojadas al río Ega, del que surgieron, así quieren ser cada una de las palabras de este libro: mojones de tan largo camino como se trazó en el corazón de las nobles e históricas tierras de Navarra.
Es, pues, un diario personal, sin condiciones, un regalo de mi interior al de cada una de las personas que puedan tener la sensibilidad para comprender qué significa esta urdimbre de sentimientos plasmados en el papel. Como nunca lo hice hasta este momento, he contado experiencias que en circunstancias normales formarían parte de la andadura espiritual, teñida de prodigio, que le corresponde exclusivamente a la memoria de un ser humano. Por encima de todo, fue tan impactante el Foro, tan estremecedoras las distintas situaciones que allí viví, que me prometí a mí mismo desde el primer momento que no guardaría silencio, que no me reservaría sólo para mí algo tan hermoso, sintiendo, como lo siento ahora, que esta experiencia le pertenece al conjunto de la humanidad, si así lo desea. Pues ese cántico de esperanza, ese susurro de fraternidad, ese clamor de paz y alegría, es una de las cosas más hermosas que he vivido en mi vida.
Siempre me ha sorprendido, desconcertado y dolido, que a pesar de los inmensos esfuerzos que se están haciendo para promover el diálogo interreligioso en todo el planeta, o la fraternidad sin fronteras, con personas abnegadas que organizan infinidad de encuentros entre distintas culturas, razas y religiones, los grandes medios de comunicación, los que influyen poderosamente en nuestras conciencias con el envío masivo de información, no se hagan eco casi nunca de estas noticias, y sin embargo, presten tanta atención, cada hora, cada minuto, a los conflictos en los que se ven implicadas estas mismas razas, culturas y religiones. La sensación que puede tener cualquier persona es entonces absolutamente errónea, informada de todo lo malo que sucede, pero incapaz de conocer todo lo bueno que está pasando por todas partes. La experiencia de Estella confirmó por enésima vez esa apreciación mía. Porque si bien distintos medios se hicieron eco de la noticia, por el amplio despliegue que se hizo, los grandes, los que tienen una enorme influencia en nuestra sociedad, seguían a piñón fijo entregados a la difusión de las guerras tribales, las escenas sangrientas de los atentados, con esa obsesiva insistencia de transmitirnos los problemas existentes entre diferentes religiones.
Me di cuenta de la cruda realidad, de lo que venía sospechando tiempo atrás: que no hay interés en ciertos medios de que sean conocidas las “noticias buenas”, pero sí el oscuro propósito, soterrado, planificado, de que nuestra sociedad se hunda en el desaliento, de que la tensión, la conflictividad, la violencia, sean “el pan nuestro de cada día”. Cuando el más mínimo enfrentamiento entre miembros de distintas comunidades religiosas se convierte en noticia de máximo alcance, espoleando el caballo (o el fantasma) de la guerra de religiones, encendiendo hogueras que en muchas ocasiones son premeditadas, la noticia de que en un lugar de España se habían reunido representantes de toda clase de religiones, movimientos espirituales y creencias, provenientes de los más remotos lugares del mundo, no se convertía en un acontecimiento importantísimo para la actualidad de España, ni siquiera un motivo para expresar, a gran escala, que los encuentros entre representantes de religiones se producían y que eso generaba esperanza para la humanidad.
Tristemente, uno se da cuenta de que no es noticia de primera en esta sociedad la hermandad, la fraternidad entre los pueblos, el esfuerzo de miles de personas a favor de un futuro mejor para la humanidad. Esta actitud, que observo todos los días, me parece inconcebible a nivel periodístico, inhumano a nivel moral y un agravio contra la voluntad de tantas y tantas personas con verdadero afán de entenderse, de abrazarse, de amarse, sea cual sea su religión o credo, su nacionalidad o su raza. Somos lo que comemos, y también lo que pensamos, y somos lo que pensamos en función de lo que conocemos, de la información que se nos facilita, que va influyendo en la mente colectiva cada instante de nuestra vida. ¿Cómo no va a sentir miedo la humanidad, tensión, inseguridad, rechazo a otras religiones, a otras formas de ser o entender la vida, si todo esto es lo que se nos transmite desde que nos levantamos hasta que nos acostamos?
Creo que es hora de reflexionar profundamente. Lo que sucede genera una información determinada, ¿pero nos hemos puesto a pensar cómo influye la información que se facilita en aquello que luego sucede?
¿Cuándo, de una vez por todas, si realmente queremos conocer la realidad en profundidad, se fijarán los portavoces de la información en las buenas noticias, más que en las malas, en mostrar la labor de tantas y tantas personas que realmente están construyendo una nueva sociedad para el futuro?
Pero esta falta de interés hacia la esperanza, cuando prima el conflicto en las noticias, esta dejadez ante los principios de la Luz, cuando lo que se estimula es el instinto de supervivencia, la competitividad, la falta de valores, el lenguaje soez y la provocación como un modelo de vida, es por otra parte un fenómeno generalizado, observable en cada una de las manifestaciones de nuestra sociedad. Sencillamente, somos testigos de nuestro tiempo, el que nos ha tocado vivir, y en muchas ocasiones, por desgracia, sufrir.
En Estella no sólo se reunieron guerreros del arco iris, legítimos visionarios de un futuro mejor, utópicos de los que se aplican eso de “a Dios rogando y con el mazo dando”, o lo del “ora et labora”, allí hubo teólogos, profesionales del diálogo, expertos en las más variadas disciplinas, representantes autorizados de comunidades religiosas, escritores, terapeutas, grandes viajeros, guías espirituales de comunidades nativas, hábiles conferenciantes, músicos, cantautores y danzantes, y todo tipo de personas que llevan muchos años haciendo una apuesta de futuro por la paz en el planeta.
Si el lector quiere asombrarse con la trayectoria profesional de estas personas, sólo tiene que ver las referencias que aparecen en la sección de documentos que está al final del libro.
En ese sentido, se reunió en esta ciudad encantadora una enorme cantidad de figuras, de los más diversos colores, raciales y religiosos, que están desempañando un importantísimo papel en el diálogo interreligioso a nivel mundial. Sin embargo, la realización de unas doscientas actividades, la asistencia de más de un millar de personas que iban y venían de aquí para allá, y la unión de las más reconocidas voces a favor de la paz, la tolerancia y la comprensión de otras formas de entender la espiritualidad en España y en el conjunto de la humanidad, parece una gota de agua que pasa desapercibida en un mundo en el que constantemente se nos transmite la insistente idea de que la desunión, las catástrofes y el caos, se extienden por todas partes a marchas forzadas.
Comprendí entonces, como en tantas otras ocasiones, que había un complejo y persistente programa para que la humanidad siga sin despertar. No interesa eso a los poderosos, a los que manejan las finanzas, a los que continuamente azuzan a los seres humanos, unos contra otros, considerados por ellos como auténticos monigotes, recortables de un gran mapa estratégico donde el poder es lo único que está en juego.
Afortunadamente, la prensa libre es muy diversa, y existe una red de luz global, un entramado de medios de trabajadores de la luz de todo el planeta, por donde las noticias fluyeron, y dieron la vuelta al mundo, en esos días y semanas después. Una buena muestra de ello fueron las 22 crónicas que escribí a mi regreso, y que en gran medida son la esencia y la materia prima inicial de este libro.
La noticia llegó por los más variados senderos, siguiendo el curso de cables y de ondas, de la palabra convertida en reclamo para la esperanza y del mensaje de los poetas que no saben de fronteras. Y fueron muchos, muchísimos, los que antes, durante y después de este milagroso proceso, vivieron lo que estaba sucediendo, participaran o no con su presencia física.
Para muchas personas fue una siembra de futuro, una semilla de esperanza, que nos unió más si cabe que nunca en esos círculos concéntricos de manos unidas.
Sabemos todos los que estuvimos allí que son tiempos difíciles, en los que el diálogo, la palabra, el amor, la fraternidad, la pura y bellísima esperanza, no cotizan en bolsa, no se sientan en los estrados de los gobiernos, no forman parte de los oscuros intereses de los que sin duda tienen otros propósitos para el mundo entero.
Pero el mundo está lleno de juglares capaces de unir las palabras para transmitir un mensaje que sea arrastrado por cada uno de los vientos, y pintores que saben reclamar con sus colores, mejores y más dignos tiempos para los seres humanos. El brillo que en Estella vi en los ojos de tantos seres humanos me parece la fuerza más poderosa que pueda existir en el planeta, más que los infames juegos geoestratégicos para conseguir reservas petrolíferas o un próspero mercado de armamento de lo más destructivo. Lo que vi allí es como el germen de la naturaleza, que avanza paso a paso y no hay quien lo detenga, porque lleva en su seno la inmensa energía del Cosmos, de los ciclos, que siempre esperan el final de la noche para que llegue la aurora.
Lo que vi allí con mis ojos, lo que toqué con mis manos, lo que sintió mi corazón con cada latido, fue sin duda un milagro, el de la esperanza humana, la decisión, firme y unánime, de que caminemos por un camino para todos, en paz y armonía, pese a quien pese, aunque algunos no lo quieran, porque es sencillamente el destino del Hombre-Mujer, mirando sin temor, con paciencia, con naturalidad, al Dios-Diosa que ha generado ese espíritu que sea cual sea el nombre que le demos, a todos nos congregaba.
Sea pues este libro, aunque pequeño y humilde mensajero, testigo al fin al cabo de lo que en Estella fue sembrado para bien de los seres humanos…

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